jueves, 24 de mayo de 2018





     Si algo bueno me llevo de esta asignatura ha sido el placer de viajar cada día a un lugar diferente, y no es que haya hecho las maletas para coger el barco y recorrer nuestra geografía, sino que, nuestra docente, a través de una gran cantidad de textos, ha sido capaz de trasladarnos a países que no conocemos, mundos fantásticos y sitios inexplorados que solo caben en la mente de una persona, el autor o la autora de todos los libros que hemos conocido durante nuestro paso por esta asignatura.

     Como dice el título de esta evidencia, a leer se aprende leyendo y no hay ningún otro camino. Aunque me habría gustado pasar más tiempo leyendo junto con mis compañeros, soy consciente del poco tiempo que tenemos y eso ha hecho que no hayamos disfrutado todo lo que podríamos. No obstante, creo que hemos aprendido bastantes cosas a la hora de enfrentarnos a un público exigente (¿Quién puede ser más crítico con nosotros que nuestros compañeros de clase?) y todos hemos tenido la oportunidad de ponernos frente a él. Gracias a ellos y a nuestra profesora, hemos sido capaces de retocar fallos en algunos casos o a perder la vergüenza y la timidez en otros. De algún modo, todos hemos podido rascar algo de esas sesiones.

     Lo mejor será comenzar por el principio.

    Una de las primeras historias con las que nos encontramos fue la de un elefantito de colores. Sí, ya hemos hablado de él en algún otro punto de este portafolios. El elefantito es Elmer.

     La lectura de Elmer (álbum ilustrado), me pareció entretenida, aunque no sea uno de mis álbumes favoritos. Lo que sí hay que aceptar es que las ilustraciones que posee el libro y la sinergia que se crea entre el texto y la imagen hacen que sea casi imposible no prestarle atención. Claro, es que de eso se tratan los álbumes ilustrados (por cierto, fue en este momento, después de saber que Elmer era un álbum ilustrado y no un cuento, cuando empecé a entender la diferencia entre unos y otros). En este caso, la lectura la realizó nuestra profesora, que nos estaba preparando el cuerpo para la siguiente clase.
   
     Para mi sorpresa, un libro con una portada como aquellas que yo solía ver en el colegio cuando leía Los Batautos, y que, por sí misma, inspiraba somnolencia, se convirtió en uno de los relatos que se encuentran en mi Top 3 de todas las lecturas que hemos hecho. Estoy hablando de Las Brujas de Roald Dahl.

 El autor de Matilda nos enseñó, a través de Las Brujas, que los libros no son solo para niños, solo para adolescentes, solo para adultos… Cuando empezamos a leer y a avanzar en la trama, todos estábamos boquiabiertos y necesitábamos saber cada vez más cosas sobre Luke, su abuela y la Gran Bruja. Parecíamos verdaderos detectives intentando adivinar si la abuela del protagonista era o no una Bruja y si el accidente de sus padres había tenido algo que ver con ellas. En ese momento me di cuenta de que el niño que llevamos dentro quiere leer y disfruta leyendo.

    
     Pequeño Azul y Pequeño Amarillo de Leo Lionni es un álbum ilustrado que llama la atención no por la complejidad de su historia, la presencia de excelentes figuras literarias o la difícil elaboración de sus ilustraciones, sino todo lo contrario. En este caso, menos es más. Pequeño Azul y Pequeño Amarillo destaca porque, a través de un argumento tan sencillo como la mezcla de los colores y dibujos tan simples como manchas rojas, negras, azules, amarillas y de todos los demás, puede generar reflexiones tan interesantes que van desde el mero hecho de aprender a combinar el azul y el amarillo para crear el verde, a entenderlo como un canto a la diversidad sexual, étnica, cultural… Nunca creímos que un álbum pensado para niños pudiera significar tanto.
      
    El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer y, como no podía ser de otra manera, desde la clase de Didáctica de la Literatura Infantil y Juvenil, quisimos aprovechar para ensalzar la figura de la mujer escritora. En concreto, se nos presenta un poema cuyo título no parece impresionarnos mucho (No sabíamos hasta qué punto estábamos equivocados). Todas íbamos a ser reinas es el poema de Gabriela Mistral que comenzamos a leer. Poco a poco, nos vamos dando cuenta de la profundidad del tema principal y de cómo queda enmascarado bajo un lenguaje de cuento. Tengo que decir que los versos de Mistral me impactaron fuertemente y me pareció una manera preciosa de conmemorar el día que festejábamos. Gracias, Gabriela Mistral, por crear algo tan hermoso. Sin lugar a dudas, todas se merecían ser reinas.

    Unos días más tarde, que la memoria histórica sea uno de los nuevos temas introducidos en la Literatura Infantil y Juvenil a partir de la década de los 60 lo aceptamos directamente y no nos oponemos al discurso de nuestra profesora. Supongo que eso le sorprende y nos pregunta: ¿Creéis que es posible narrar la Guerra Civil a los niños? Eso era ya algo difícil de esquivar así que enmudecemos y ella nos muestra un libro que estaba boca abajo encima de su mesa. Su título, La perrona de Vicente Muñoz Puelles.

     La perrona es un texto efectivamente de carácter infantil y juvenil pero que narra con total crudeza los hechos de la Guerra Civil Española. No podía dejar a La perrona fuera de este apartado porque, hay una escena concreta en la que, mientras nuestra maestra leía, podía sentir como se me erizaba la piel y los ojos se me empezaban a poner vidriosos. El lenguaje que utiliza es claro, el vocabulario, sencillo y no trata de impresionarnos con metáforas enrevesadas, anáforas, aliteraciones... La perrona es lo que es, la historia de una familia feliz que se trunca al verse envuelta en mitad de una guerra, ni más ni menos. Sin lugar a dudas, ha sido uno de los mejores textos que he descubierto en esta asignatura.

     El último libro que leímos responde al título El barco de los Niños de Mario Vargas Llosa. En él, se cuenta cómo Fonchito se reúne todas las mañanas con un anciano en frente de la parada de su autobús escolar para que este le cuente la historia de las cruzadas de los niños que, según algunos, inspiró también el cuento popular del Flautista de Hamelín. El libro, aunque al principio me resultó muy interesante se volvió un poco lento, pero no lo suficiente como para considerarlo una historia que deba dejar sin terminar. Me gustó sobretodo de esta lectura que la hicimos en un grupo reducido, unos muy cerca de otros y creamos un clima en el aula que nos permitía a todos introducirnos muy bien en la historia, mejor que cuando hemos leído para el gran grupo.

     Además de estas lecturas, también hemos visionado algunas oralizaciones que nos dieron ideas para realizar nuestro trabajo final. Para mí, la mejor de todas fue la de El globito rojo, ya que se trataba de una historia inventada porque el álbum no poseía ningún texto y fue la propia lectora la que iba creando la historia a medida que pasaba las páginas.

     La oralización de El rey con orejas de caballo nos enseñó que, cuando realizamos una oralización tampoco es del todo necesario que leamos el texto de carrerilla o memorieta. Nos basta con dominar la historia y conocerla de antemano para no alejarnos del texto original.

     Aunque la del globito rojo me gustó muchísimo, no podemos olvidar la oralización realizada por Michael Rosen de su propia adaptación de una canción popular transformada en álbum ilustrado, We're going on a bear hunt (Vamos a cazas un oso).

    
     Personalmente, me pareció una oralización muy original y su estilo y estructura me recordó mucho a un cuento que tengo por casa titulado  ¿Ahora qué va a pasar? de Nuria Díaz Reguera en el que también se combinan la música, la letra de una canción y una estructura narrativa que se repite continuamente.


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